La inmunidad, junto con la capacidad de limitar el crecimiento de patógenos para prevenir daños significativos en los tejidos corporales, se puede obtener (1) desarrollando activamente una respuesta inmunitaria dentro del individuo después de la exposición a un patógeno o después de vacunarse o (2) transfiriendo pasivamente componentes inmunitarios de un individuo inmune a uno que no es inmune. Ambas formas de inmunidad se pueden encontrar de forma natural y en las prácticas médicas.
Inmunidad activa
La inmunidad activa se refiere a la resistencia que uno desarrolla contra los patógenos como resultado de la respuesta inmunitaria adaptativa. La inmunidad activa se adquiere de forma natural durante una infección bacteriana o viral. Este proceso permite que el cuerpo reconozca y combata al patógeno de forma más eficaz si lo vuelve a encontrar en el futuro. La inmunidad natural activa se adquiere normalmente a través de la infección y la recuperación de la enfermedad, lo que proporciona protección a largo plazo. La inmunidad activa adquirida artificialmente se obtiene a través de vacunas: estas son patógenos muertos o debilitados o sus componentes, o toxinas conjugadas, que reducen los efectos de la exposición secundaria. Facilitan el desarrollo de la memoria inmunológica (una respuesta inmunitaria primaria débil) sin experimentar una infección aguda. La introducción de las vacunas fue un avance médico importante en el siglo XX, que condujo a la erradicación de la viruela y al control de numerosas enfermedades infecciosas, entre ellas la polio, el sarampión y la tos ferina.
Inmunidad pasiva
Por el contrario, la inmunidad pasiva resulta de la transmisión de anticuerpos a un individuo sin necesidad de que genere su respuesta inmunitaria activa. La inmunidad pasiva adquirida de forma natural se puede observar durante el desarrollo fetal cuando la IgG se transfiere de la madre al feto a través de la placenta, que protege al feto y al recién nacido durante sus primeros meses. Además, un recién nacido obtiene anticuerpos IgA de la leche materna, beneficiándose de la memoria inmunológica basada en los patógenos expuestos al individuo lactante.
En escenarios médicos, la inmunidad pasiva adquirida artificialmente generalmente implica inyecciones de inmunoglobulina derivadas de humanos o animales que han estado expuestos previamente a un patógeno específico. Este tratamiento proporciona una forma rápida de proteger temporalmente a un individuo que puede haber estado expuesto a un patógeno o toxina. El inconveniente de ambas formas de inmunidad pasiva es la ausencia del desarrollo de la memoria inmunológica. Después de la transferencia de anticuerpos, la protección es solo temporal y dura únicamente hasta que los anticuerpos se degradan.
Del capítulo 25:
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